124 UN TRABAJO PARA MUWATALLIS
Por Karlos Dearma.
Me he
separado de mi abuelo, y de ARNUWANDA, ahora voy en camino a la ciudad de
Alepo. Los campesinos me han indicado la dirección que debo tomar. Note
desconfianza y miedo en sus rostros, no puedo culparlos: Mi aspecto es el de un guerrero a sueldo, parecido a los que utiliza EA-TESHUB para sojuzgarlos, lo
que me entristece. Tal vez sea mejor
así, tal vez eso me ayude con mi plan.
Tránsito una
comarca yerma, gastada por la guerra, asolada por la destrucción y la
muerte. No es un lugar agradable. Hasta
mi caballo parece nervioso. A lo lejos diviso un grupo de árboles. Hacia allí
me dirijo, no parece haber nadie más por aquí. Me servirá descansar un poco.
Bajo los
árboles el paisaje cambia, se siente un poco más fresco, dejo descansar a mi
montura. Un pequeño arroyuelo corre a unos pasos: Me servirá para llenar el
pellejo, que cargo con agua, y darme un baño.
Mi caballo parece disfrutarlo, lo conduzco a través de la breve
correntada. Esto me trae nuevos recuerdos: Arzawa.
Pero mi paz
dura poco. Escucho a la distancia los cascos de una tropa de jinetes. Monto y busco un lugar para observarlos mejor. Los veo: Media docena de guerreros bien armados. Pasaran de largo, les
dejaré. Siguen su camino rumbo al sur. Será mejor que duerma un poco. Improviso
un lecho. Será duro.
Adormecido, y
dolorido pues mi cama ha sido de piedras, pero satisfecho con el descanso,
medio día después sigo mi marcha. Alzándose sobre la llanura y a lo lejos
diviso la blanca ciudad, de golpe y sorprendiéndome, como si fuera un
espejismo.
Decido apurar un poco la marcha, no puedo con mi ansiedad. De cerca
veo movimiento en sus murallas. Mi presencia genera un hormigueo tras las
almenas, las puertas están cerradas.
Me detengo
en frente de ellas, los soldados me observan en silencio. Un centinela con cara
de pocos amigos me grita:
-¿Quién eres
y qué es lo que quieres?
-Mi nombre
es MUWATALLIS y soy guerrero, me han dicho que tu Rey busca soldados. Tal vez
necesite de los servicios de alguien como yo.
-No pareces
gran cosa. ¿Te has afeitado alguna vez?
-¡Tú tampoco
pareces gran cosa, bocón!, el último que me hizo esa broma perdió sus dientes
en la arena.
-¡Ja! ¡Con
que eres gracioso! Tal vez te arranque los tuyos.
-¿Por qué no
dejas de rebuznar y traes a tu jefe? Es
con él con quien quiero hablar, no con su mulo.
Los soldados
se miran entre sí. El asno se pierde de mi vista. Es entonces cuando veo
regresar a la patrulla, los mismos seis de antes. Pero esta vez traen a alguien
amarrado a un caballo. Se acercan más y les observo mejor. Parece una mujer
campesina, joven y de mucha belleza, pero muy golpeada. Se detienen cerca de mí, el que parece su
jefe, un hombretón sucio y de aspecto cruel, vestido de cicatrices, me habla:
-¿Qué es lo
que buscas por aquí, pordiosero?
-Eso a ti no
te importa, pero te lo diré: Busco trabajo.
-¿No pensarás formar parte de nuestro ejército? Las niñas como tú no tienen lugar
aquí. Será mejor que te marches.
-Lo pensaré…
Uhmm. ¡Ya lo pensé: No aceptaré tu oferta!
-Creo que
estoy perdiendo la paciencia contigo, niñata.
-Por lo que
veo los elamitas no tenéis el más mínimo respeto por las muchachas,-decido
dirigirme a todos, tal vez no me ayude mi insolencia y acaso termine muerto,
pero me hará sentirme mejor enfrentarlos- ¿Acaso olvidaron que sus madres y
hermanas también son mujeres? Pues les diré algo más: Esta muchacha me hace
recordar a mi hermana y no me gusta la manera en que la tratan.
-Tú hermana
debe ser una prostituta igual a esta. Debo decirte que hablas con mucha
corrección y valor, hitita, pero no me conoces, tal vez termines muerto en poco
tiempo, eso lo puedo arreglar.
El gigante
bruto le hace una señal a los suyos, con la misma velocidad de un rayo un par
de lanzas vienen volando a mi encuentro.
¡Vaya que son rápidos los desgraciados
traicioneros!
Logró ponerme a resguardo arrojándome de mi montura. Manoteo mi
escudo y consigo desviar otra lanza. Dos de ellos arremeten con sus caballos,
saco mi espada y se me vienen encima: Derribó al primero, tomo su lanza y acabo
con el segundo.
Otro par se me lanza torpemente encima: Los golpeo con mi
escudo dejándoles sin sentido.
Quedan dos. El último soldado me corre con su
espada, chocamos metales pero no es tan bueno. Consigo dejarlo sin sentido de
un golpe. Ahora solo queda el jefe que
se baja de su jamelgo y viene caminando lentamente por mí.
-¡Te mataré
basura de Hatti! ¡Lo juro!
Golpea mi
escudo con su hacha de guerra. Es fuerte. Vuelve a pegar una, y otra, y otra
vez. No consigo devolverle ningún golpe pero noto su cansancio. Baja un tanto
la guardia, el tiempo suficiente para atizarle duro con una lanza partida.
¡Acabaré con él!
Cuando estoy a punto de lancearlo, y terminarlo, una fuerte
voz me detiene:
-¡Alto!
Giro sobre
mí, el elamita, que está desmayado en el piso, ya no es una amenaza. Observo a
mis espaldas a otro grupo de guerreros que rodean a un hombre de aspecto
severo. El del vozarrón me habla:
-Me has impresionado lo suficiente guerrero.
No quiero que le mates, ZIGGUR suele portarse como un imbécil pero me es de
mucha utilidad. Mucho más que tú, desconocido, aunque te aceptaré entre los
míos si es lo que buscas. ¿Te llamas MUWATALLIS?
-Así es y
debes saber que cobro muy caro por mis servicios. ¿Quién eres tú? Si es que
puedo saberlo.
El hombre de
negros cabellos y barba reluciente sonríe malévolo. Dentro de las órbitas sus ojos brillan con furiosa maldad, como si el fuego de un infierno viviera en
ellos. Todo en él es maligno. Algo parecido al miedo me recorre. Hace una pausa
como masticando la respuesta y luego me contesta:
-Soy EA-TESHUB.
continuará ...