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lunes, 25 de julio de 2016

SETI, EL EGIPCIO /// CAPITULO 141


141   SETI Y LA CARAVANA DE ALEPO (SETI)
Por Karlos Dearma. 

Las tres jornadas que nos separan de Alepo transcurren rápido. Una de nuestras caravanas, guiada por los hombres de JEZEBEL, escoltada por LIUMA, desvió su camino para llevar su carga de armas y alimentos a los rebeldes. Mientras tanto nosotros estamos a las puertas de la ciudad escoltados por los soldados de EA-TESHUB, que salieron a nuestro encuentro. 

La distracción tuvo éxito. IB está más que conforme, nuestro plan parece funcionar.
  
Traspasamos las puertas observados por guardias egipcios, mercenarios del rey de Alepo. Intuyo  que no tardaran en reconocerme. Alguien conocido debe mandarles, estoy seguro de ello; conozco a todos los capitanes egipcios; solo mi ansiedad por saberlo me provoca una cierta inquietud.

Averiguare de quien se trata.

La ciudad parece vacía. Los ocasionales moradores que cruzamos nos miran con curiosidad, desconfianza y temor. Las miradas son evasivas, el pulso agitado. El régimen de EA-TESHUB los ha oprimido. Los lugareños evitan el dialogo con nosotros, tal como IB me lo había referido. Nos detenemos en una especie de plaza, alrededor de una fuente de agua. Refrescamos a nuestros animales sedientos.

Un mensajero se hace presente. El rey nos espera: El mercader fenicio tiene trato directo con él. Pero no seré de la partida. IB me deja con las mercancías y va hacia la fortaleza. Se lleva a mi amigo KHUFU como compañía. Antes le doy órdenes de observar todo con detenimiento para luego informarme.

Lo hará.

Me quedo en el aljibe con la compañía de los conductores de los carros, sus animales y mis soledades. Intento descansar echándome en el piso, haciéndome sombra con una manta, buscando algo agradable para pensar, recordando Ebla, y a su reina.

Mi paz se ve interrumpida por un griterío y la llegada de varios jinetes armados.

Soldados a sueldo: Intuyo en ellos a un grupo de inadaptados sucios. Les observo. Su jefe tiene aspecto de elamita. Se apea del caballo y comienza a interrogar a los conductores de los carros. 

Una gran cicatriz le corta la cara. Sus modos bruscos le definen; la inteligencia le es ajena. Todo en él es brutal, repudiable. Sus hombres le imitan y comienzan a revisar la carga. Mi momentánea paz llega a su fin. Debo intervenir.

-¡Eh, vosotros! ¿Acaso olvidaron la buena educación que recibieron de sus madres? O acaso nunca tuvieran una.

-¿Quién eres, bravucón?

-El encargado de cuidar de esta carga. Tú debes de ser el jefe de esta piara de jabalíes. ¿Acaso me equivoco?

-¡Aaah, con que también eres el gracioso! El último que me insulto de esa manera está muerto, y los anteriores también.

-Eso me sorprende. ¿Quién fue entonces el que te hizo esa cicatriz? Oh, sí. Me imagino que ha de haber sido tu padre: Debe haber pensado que podía arreglarte esa horrible cara.

-Dime tu nombre forastero: Me gusta saber el nombre de los hombres que mataré, para ponerlos luego en su tumba.

-Me sorprende que un bruto como tú sepa escribir pero te lo diré: SETI de Abydos.

-¡Ah, SETI, el egipcio en persona! Volvemos a cruzarnos. ¿Qué haces por aquí? Bueno, realmente no me importa, te mataré. Mi nombre es ZIGGUR, jefe de Elam. Recuérdalo y háblales de mí a tus dioses cuando te juntes con ellos.

-Déjate de rebuznos y ¡Pelea!

Qué más puedo decirles. La lucha dura un abrir y cerrar de ojos. Soy bueno y fuerte y mi habilidad con la espada es conocida, más que suficiente para el tonto este. 

Prefiero no matarlo: No sé qué papel juega en este juego. Espero no arrepentirme. Lo dejo inconsciente. Sus hombres lo alzan en brazos y se lo llevan. Los caravaneros y algunos moradores de Alepo salen de su letargo y me dedican sus hurras y aplausos; y el misterio en torno a mi persona se ha acabado. 

Ahora todo el mundo aquí sabe quién soy.

continuará ...