Los
Dioses caídos
Por Karlos Dearma.
La experiencia
me dice que debes vivir feliz en el tiempo presente y que el futuro no importa:
Lo mejor es no hacerse problemas con respecto a nada, quizás sea el consejo más
atinado que puedo darte. Créeme: Es la mejor manera de vivir mil años.
Mi nombre es
Teshub. Tal vez sería mejor decir que esa es la manera como me llaman los
mortales que están a mi servicio; no recuerdo si antes de llegar a estas
tierras tenía otro nombre. El pasado, y lo que ocurrió en él, ya no tiene
sentido para mi pues está hecho de recuerdos, y la memoria es algo que me ha
sido velado.
Los otros
desterrados en esta comunidad, los que comparten mi misma suerte, viven en
idéntica situación a la mía. Voy a contarles algo de estas vidas.
Nuestra
existencia transcurre de manera anodina, una especie de “Pax” ocasionalmente
alterada por algunas discusiones entre nosotros; rencillas que a veces nos
alteran, otras nos enojan y también nos hieren pero que son necesarias pues es a
través de la lucha como establecemos las jerarquías “normales” de nuestra
sociedad. Ahora somos una manada y soy uno más de ellos, debo resignarme pues
no puedo hacer nada al respecto.
La
residencia en la que elegimos vivir no será como el Olimpo o como el Valhala a los
que hacen referencia mis compañeros y de los que ustedes habrán oído hablar, pero
gozamos de todas las comodidades a las que podemos aspirar como seres en
nuestra condición.
La pareja de
mortales que habita junto a nosotros, en lo que es nuestro único Templo, nos
reverencia y nos sirve; con sus ofrendas nos alimentan y de manera cotidiana
nos entregan las demostraciones de amor suficiente como para sentirnos queridos
y acompañados.
Nosotros, aunque nos place ignorarlos, les correspondemos con nuestro
agradecimiento y cariño incondicional; y ocasionalmente gozamos con sus
caricias y posamos para los retratos que nos toman con sus cámaras.
Eso solo basta
para hacernos recordar que somos dioses caídos, resignados a esta existencia
lejos de la magnificencia, lo que no deja de ser triste. Pero nos consolamos
con la idea de que podría ser peor. Son
esos los momentos, cuando tomo conciencia de ello, en que siento lo más
parecido a un estado de felicidad.
¿Qué nos
sucedió y por qué? No será difícil de entender.
Por culpa de
nuestra soberbia y orgullo fuimos penados por el infame demiurgo con el peor de
los castigos: Una existencia bajo la forma de otros seres inferiores. Y quizás ello
ha sido acompañado por algo no menos ominoso: El olvido. Muy pocos recuerdan
nuestros verdaderos nombres, nadie nos teme ni nos dedica plegarias o suplica
por nuestro auxilio.
Es este nuestro destino. No piensen que reniego de él,
solo que se nos ha dado así, de manera cruel e injusta, y es algo inapelable.
Como recompensa algunos mortales disfrutan con nuestra apática compañía y
tenemos el tiempo de sobra para ocuparnos de nosotros mismos. A mí me gusta
mucho el dormir pues en mis sueños evoco otras épocas más gloriosas.
Antaño era
el más fuerte, duro y temido. Lo digo sin ninguna modestia: Implacable con mis
rivales, el primero y el más seductor entre los míos; el más inteligente, hábil
y taimado; hoy no soy más que una leyenda. Otros, más jóvenes, han ocupado mi
lugar. Hace tiempo dejo de importarme pues sigo siendo respetado entre los míos.
Mi grupo es de
lo más variopinto.
Con Zeus, el
de los finos cabellos negros, me enfrente muchas veces. Ahora somos amigos. Thor,
el de cabellos amarillos, elije ignorarme: No sé el por qué, aunque es bastante
presumido y le gusta la soledad de los lugares altos. Quizás vista la capa soberbia
de ser el más joven entre nosotros.
Isis, la de cabellos grises, es la última
en la jerarquía y lo acepta mansamente: Los mortales la consienten más que al
resto. No siento celos por ello, ninguno de nosotros debería. Pues a pesar de
nuestra caída seguimos siendo magníficos.
Luna tiene
bastante mal carácter. Es la otra consentida: Deben ser las
ventajas de ser hembra. Ra es el más atrevido: El primero en robarse las
ofrendas de comida. Lo más apropiado seria llamarle "caradura" pues es el que
visita más a menudo el interior de nuestro Templo, venciendo, en cada ocasión
que puede, la paciencia de nuestros benefactores.
Supongo que
soy el más querido: Fui el primero en llegar y eso me otorgo ciertas
prerrogativas, como el recibir una dosis extra de caricias y calor humano
cuando con insistencia y ronroneos me las procuro.
Ahora debo
dejarles. Mis amos acaban de llegar. Los observo: Traen consigo las dádivas del día, intuyo que se acerca la hora de la merienda. Nos juntamos alrededor y de
manera autoritaria nos arrastran tras de ellos. Debo ganar mi lugar: La comida
ya está lista y tengo hambre. ¡Miau!
No sé por qué intuí que se trataba de gatos XD, será por conocer a tantos amantes de los felinos...
ResponderEliminarSoy uno de esos tantos amantes Andrés, Saludos y gracias por pasarte.
EliminarMuy bueno Carlos. Esos Sí que son dioses!!!
ResponderEliminarComo dioses caídos decía una frase que leí hace un tiempo (la hice relato). Gracias Paola, Saludos and one kiss.
EliminarMuy bueno Carlos. Esos Sí que son dioses!!!
ResponderEliminarExcelente relato místico y de una calidad muy buena. Felicidades compañero, un gusto leerte.+1
ResponderEliminarGracias Isidoro, que bueno te haya gustado. Estas invitado a mi blog cuando quieras.Saludos.
EliminarMiau!
ResponderEliminarMuy bueno ;) Me ha encantado el modo en que nos has guiado hacia ese magnífico e inesperado final.
Saludos :)
Holas Carmen. Que bueno te gusto, mis compañeros hogareños me sirvieron de fuente de inspiración. Bienvenida: Las puertas de mi blog están abiertas para ti. Gracias por comentar. Saludos.
EliminarYo, a diferencia de otros de tus lectores, jamás hubiera imaginado que estabas hablando de gatos :) Me encantó tu relato, Carlos, salvo porque ha terminado demasiado pronto; no miento si te digo que estaba hipnotizada leyendo. Original y amena narración acerca de estos dioses felinos!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Julia. Eres una genia, me encanta leerte y me alegra que te haya gustado. Este es uno de mis relatos mas largos. A lo mejor es la trama. Te mando un abrazo.
EliminarHola Carlos, muy buena la idea de transportar a los dioses mitológicos a la vida gatuna jejeje y es que son divinos los mininos, por lo menos yo los adoro.
ResponderEliminarSaludos.
Hola amiga, es que también los adoro (el de la foto es uno de los míos o mejor seria decir uno de mis Dioses) lo de los gatos como Dioses caídos es de una frase que leí por ahí y ya olvide de quien es: La transforme en un cuento. Me alegra que te haya gustado. Gracias por compartir. Abrazos.
Eliminar¡Miauldición! Gran relato con final inesperado, Carlos. Me encanta. No sé si estaré en lo cierto pero a los gatos ¿no se les consideraba protectores de mujeres en Egipto? Sé que del tema sabes mucho :) Me gustó mucho. Un abrazo
ResponderEliminarSi, te refieres a Bastet (protectora del hogar, simbolizaba la alegría de vivir) se la representa con cuerpo de mujer y cabeza de gato. Los egipcios creían que los gatos eran manifestaciones de la diosa Bastet. Bastante impredecible, si bien es pacifica, podía tornarse tierna o feroz de un momento a otro. Como cualquier gato. Abrazos.
EliminarQué bueno, Carlos, en ningún momento sospeché que se tratara de un gato, ni siquiera habiendo visto la imagen del final antes de empezar a leerlo. Me has dejado sorprendido y me ha fascinado lo bien que has ocultado el final. Una obra magistral que hasta la última palabras no nos hace ver lo que leemos en realidad y que da una vuelta de 180 grados al relato, y que te hace darte cuenta que todo encaja a la perfección con que lo esté ''contando'' un gato.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Ricardo. Amo a los gatos y quería dedicarles un cuento. La idea de los gatos como dioses caídos no me pertenece pero me gusto mucho. Es ahí en donde me nace esto de poner como interlocutor del relato a un felino. Busque mantener el final oculto lo mas que pude. Un gran abrazo y gracias por comentar, me alegra que te guste.
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