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miércoles, 3 de diciembre de 2014

MENSAJE EN UNA BOTELLA


Mensaje en una botella
Por Karlos Dearma.

Con las escasas fuerzas que aún le quedaban tapó la botella con un corcho y luego la arrojó al mar. El brillo del Sol pareció querer jugar con ella, reflejando tonalidades color esmeralda, como si fuera una especie de linterna mágica, como si todo aquello fuera un sueño. Casi inmediatamente escuchó el golpe seco que dio al caer sobre las olas hundiéndose; poco después, y como si fuera una clase de milagro, flotó  y comenzó a alejarse lentamente de la balsa.

Cansada y pesadamente se arrastró y acomodó su espalda contra el palo de la improvisada vela; ya no quedaban más sobrevivientes que él. Estaba solo y sabía que le quedaba poco tiempo. Miró una vez más el cielo azul, las pálidas nubes, y se dejó deslumbrar por el Sol. Luego exhaló profundamente, cerró sus ojos  y murió.

No fue hasta el día 8 de abril del año 1829, casi 3 años después del naufragio, en que unos pescadores de Saint Malo rescataron del mar esa botella y el terrible mensaje que incubó por todos esos años en su interior. El contenido del mensaje es el siguiente:

Mi nombre es Jakob Sprenger,  marino del bergantín “Elric”:
El día 15 de Junio de 1826, para nuestra mayor desgracia, naufragamos debido a una tormenta a unas 60 millas del cabo Bojador. Junto a mis compañeros improvisamos una balsa con la que intentamos alcanzar la costa occidental de África.

Al principio éramos muchos pero en solo unos días se acabaron las existencias de alimentos y agua potable. Mantuvimos el orden por un tiempo, pero primero la desesperación y luego la maldad se apoderaron de todos nosotros.

 Muchos, enloquecidos por el hambre y la sed, se suicidaron arrojándose a las aguas. Los débiles que murieron comenzaron a ser devorados por el resto con la falsa esperanza de poder sobrevivir. Los otros fueron asesinados hasta que solo quedamos cuatro.

Enfermo y sin poder defenderme, a mí me toco una de las peores partes: mis camaradas comieron de uno de mis brazos y una de mis piernas dejándome con vida para que sea testigo de ello. Lo merezco y por ello les perdono: Confieso que cometí el infame pecado de ser el primero en tener la idea de devorar a los muertos. 
Aun así hice justicia conmigo mismo y con el resto de la humanidad, pues no podía permitir que nadie regrese: los maté con mi cuchillo mientras dormían.

Ahora me toca morir a mí y lo único que queda es exponer los motivos de este mensaje:
Sin la esperanza de poder expiar mis pecados y con ustedes como testigos, pido perdón a Dios y a la humanidad por la naturaleza de nuestros crímenes”.

7 comentarios:

  1. Impactante! Parece mentira que personas normales puedan convertirse en algo así!
    Me ha gustado mucho

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  2. Gracias por comentar!!! La situaciones limite ponen a prueba a las personas y, a veces, los resultados pueden ser inquietantes.

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  3. Menudo relato. Nos llevas a la agonía del que quiere sobrevivir a pesar de todo, con las terribles consecuencias. Genial relato.

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  4. Tragico y horrible... pero no descartable del comportamiento humano... a veces el instinto de sobrevivir es más fuerte que las convicciones.
    Buen trabajo Carlos.
    Un beso...
    Reme.

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  5. Genial relato. Los seres humanos somos capaces de cualquier cosa en situaciones adversas. Creo que la primera regla insertada genéticamente en nuestro cerebro, es el instinto de supervivencia a cualquier precio.
    Un abrazo

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  6. Ya voy poco a poco aprendiendo a ver autores, tengo 69 años y sola que no tengo quien me ayude. Bueno esta obra es la desesperación del ser humano cuando se encuentra en esas situaciones terribles y el instinto de supervivencia es lo que cuenta.Me ha gustado.

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