Mensaje en una botella
Por Karlos Dearma.
Con las
escasas fuerzas que aún le quedaban tapó la botella con un corcho y luego la
arrojó al mar. El brillo del Sol pareció querer jugar con ella, reflejando tonalidades color esmeralda, como si fuera una especie de
linterna mágica, como si todo aquello fuera un sueño. Casi inmediatamente
escuchó el golpe seco que dio al caer sobre las olas hundiéndose;
poco después, y como si fuera una clase de milagro, flotó y comenzó a alejarse lentamente de la balsa.
Cansada y pesadamente
se arrastró y acomodó su espalda contra el palo de la improvisada vela; ya no
quedaban más sobrevivientes que él. Estaba solo y sabía que le quedaba poco
tiempo. Miró una vez más el cielo azul, las pálidas nubes, y se dejó deslumbrar
por el Sol. Luego exhaló profundamente, cerró sus ojos y murió.
No fue hasta
el día 8 de abril del año 1829, casi 3 años después del naufragio, en que unos
pescadores de Saint Malo rescataron del mar esa botella y el terrible mensaje
que incubó por todos esos años en su interior. El contenido del mensaje es el
siguiente:
Mi nombre es Jakob Sprenger, marino del bergantín “Elric”:
El día 15 de Junio de 1826, para nuestra mayor
desgracia, naufragamos debido a una tormenta a unas 60 millas del cabo Bojador.
Junto a mis compañeros improvisamos una balsa con la que intentamos alcanzar
la costa occidental de África.
Al principio éramos muchos pero en solo unos días
se acabaron las existencias de alimentos y agua potable. Mantuvimos el orden
por un tiempo, pero primero la desesperación y luego la maldad se apoderaron de
todos nosotros.
Muchos,
enloquecidos por el hambre y la sed, se suicidaron arrojándose a las aguas. Los
débiles que murieron comenzaron a ser devorados por el resto con la falsa
esperanza de poder sobrevivir. Los otros fueron asesinados hasta que solo
quedamos cuatro.
Enfermo y sin poder defenderme, a mí me toco una
de las peores partes: mis camaradas comieron de uno de mis brazos y una de mis
piernas dejándome con vida para que sea testigo de ello. Lo merezco y por ello
les perdono: Confieso que cometí el infame pecado de ser el primero en tener la
idea de devorar a los muertos.
Aun así hice justicia conmigo mismo y con el resto de la
humanidad, pues no podía permitir que nadie regrese: los maté con mi cuchillo
mientras dormían.
Ahora me toca morir a mí y lo único que queda es
exponer los motivos de este mensaje:
Sin la esperanza de poder expiar mis pecados y con
ustedes como testigos, pido perdón a Dios y a la humanidad por la naturaleza de
nuestros crímenes”.
Impactante! Parece mentira que personas normales puedan convertirse en algo así!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Gracias por comentar!!! La situaciones limite ponen a prueba a las personas y, a veces, los resultados pueden ser inquietantes.
ResponderEliminarMenudo relato. Nos llevas a la agonía del que quiere sobrevivir a pesar de todo, con las terribles consecuencias. Genial relato.
ResponderEliminarTragico y horrible... pero no descartable del comportamiento humano... a veces el instinto de sobrevivir es más fuerte que las convicciones.
ResponderEliminarBuen trabajo Carlos.
Un beso...
Reme.
Una auténtica pesadilla...
ResponderEliminarGenial relato. Los seres humanos somos capaces de cualquier cosa en situaciones adversas. Creo que la primera regla insertada genéticamente en nuestro cerebro, es el instinto de supervivencia a cualquier precio.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya voy poco a poco aprendiendo a ver autores, tengo 69 años y sola que no tengo quien me ayude. Bueno esta obra es la desesperación del ser humano cuando se encuentra en esas situaciones terribles y el instinto de supervivencia es lo que cuenta.Me ha gustado.
ResponderEliminar