11 EL OASIS DE SAQ IV
Por Karlos Dearma.
Los egipcios
están allí afuera. Lo sé. Ordene pasar una noche sin fogatas para no delatar
nuestra presencia. Mis exploradores me informaron que una columna viene hacia
aquí.
Tengo a mis hombres emboscados. Ordeno guardar silencio. Solo se escucha
el rumor de la noche del desierto. El aire fresco nos da un respiro luego de un
largo día de calor. Pero el silencio ordenado, la paz de la noche se quiebra
por culpa de un vozarrón que enseguida reconozco.
-¡DUMUZI
hijo de la ramera más puta de Mari, voy a matarte!
Es el bruto
de ZIGGUR que despertó amarrado de la “siesta” a la que yo mismo lo envié.
Ordeno también amordazarlo. Quizás debería cortarle el cuello. Pero necesito a
sus Elamitas ahora más que nunca, son la mitad de mi ejército. Luego arreglare
cuentas con él. Espero que nadie más haya escuchado el alboroto. La noche sigue
pareciendo tranquila allí afuera.
Las horas
pasan. Sin novedad. Hasta que el panorama cambia. Allí están. Un grupo de
egipcios a caballo se acerca directamente hacia nosotros en medio de la
semioscuridad. No puedo distinguir cuantos son. Aviso silenciosamente a los
hombres y todos se alistan. Ordeno a los arqueros esperar hasta tenerlos a
tiro. La columna avanza muy lentamente, parece que intuyen nuestra presencia.
¿Porque se llegan así hasta nosotros? Demasiado fácil. Quiero esperar hasta
tenerlos en el medio de la emboscada. Y entonces atacar. De pronto un rumor nos
sorprende a retaguardia.
¡Nos Atacan!
Una flecha
encendida cruza el cielo de la oscura noche, es una señal. Mas saetas
encendidas iluminan el cielo. La columna arremete hacia nosotros. No habrá
sorpresa alguna. Los ruidos del combate quiebran el silencio. Nadie ha ordenado
atacar. Y de pronto todo sucede, estamos combatiendo cuerpo a cuerpo. Todo es
confusión. Sombras que chocan entre sí, ruidos de metales, aullidos de dolor.
Puedo escuchar insultos en varias lenguas: Egipcio, elamita, sumerio, nubio,
hitita, acadio. Hablan de madres, esposas...y muerte. Un egipcio me enfrenta,
lo mato. Una flecha atraviesa a uno de los míos. Otro cae y es rematado en el
piso, no alcanzo a distinguir si es uno de los nuestros. Se combate con fiereza, bien. La Luna muda
nos ilumina, es la única testigo imparcial.
La lucha se torna indecisa. Imposible saber quién lleva las de ganar.
Imposible dar orden a semejante caos. Instintivamente retrocedo. Los egipcios
nos están empujando hacia el interior del Oasis. Algunos de mis hombres
abandonan el combate y corren en esa dirección.
Tengo que reorganizarlos o todo se perderá. Grito ordenes en Acadio y
elamita. Un grupo de hombres forma un semicírculo protegiéndome con sus
escudos. Retrocedemos en orden. Los arqueros elamitas nos cubren. Contenemos
momentáneamente a los egipcios.
Pasan unos
minutos. El combate cesa de pronto. Los egipcios se retiran, ¿Porque? Quizás
estamos rodeados y su comandante solo quería medir fuerzas. Si, debe de ser
eso. ZIMRI-LIN uno de mis capitanes ha sido herido. No es grave. El panorama es
dantesco: llego a distinguir decenas de cadáveres en la arena. Oigo gritos de
dolor y pedidos de ayuda en varios idiomas. Es peligroso rescatarlos: No
sabemos si los heridos son nuestros o enemigos. Solo la luz del día nos
permitirá estar seguros. Aún faltan algunas horas para eso.
continuara ...
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