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domingo, 15 de mayo de 2016

SETI; EL EGIPCIO /// CAPITULO 139


139  LA SORPRESA DE SAQ (ANKH)
Por Karlos Dearma.

Regresamos al Delta. AMUN parece satisfecho, y, yo no lo estoy. Tal vez solo mi dura cabeza negra de Nubia sea la que me mantenga por aquí. Lo mejor sería ponernos a salvo. Cien mil guerreros por enemigo son un buen motivo. 

¡Pero convenzan de eso a mí jefecito, AMUN!

Estamos a un trote de Saq, caminando unas horas por delante del resto del cuerpo mercenario. DUMUZI de Mari y las hermanas escitas nos acompañan. MONGO las observa de manera demasiado lasciva: Le doy un golpe y le advierto que tenga cuidado. Bueno: Las rubias no están nada mal. Pero no es cuestión de enemistarnos con nuestros nuevos aliados, y más si son las hijas de su jefe. AMUN me mira con aire de desaprobación:

-¡Deja en paz a MONGO! ¡No eres ningún profeta de la castidad, ANKH!

¡Dioses!. Además de ser un tipo demasiado honesto, le gusta hundir el dedo en la llaga. Intento cambiar de tema.

-AMUN, ¿Crees que la reina NAGA me perdone por ser nubio?

-ANKH, Creo que te cortara las pelotas y las pondrá a freír en aceite. Luego tal vez te perdone la vida. Y en ello posiblemente tenga que ver tu condición de nubio.

El oasis de Saq luce igual que siempre: como un monumento dedicado al tedio. Ni siquiera el humor verde de un egipcio lo cambia: Un gran charco, rodeado de palmeras y desierto habitado por animales ponzoñosos. Espero que nuestra parada dure poco. Prefiero la pelea a esto, o la vida en la ciudad.

Una gran nube de polvo se alza cerca de las fortificaciones, al Oeste. El fenómeno nos sorprende.  No deja de ser extraña la visita de un grupo grande de jinetes provenientes del delta. AMUN nos pide que apuremos el tranco: Tal vez KHAMOSE sepa algo más al respecto. 
  
Apenas un rato después entramos al poblado. El comandante sale a recibirnos. AMUN baja del caballo y lo saluda. KHAMOSE nos invita a su tienda. El semblante del soldado es sombrío. Como el de alguien que está por dar una mala noticia. No me gusta el ambiente. AMUN logra intuir algo.

-KHAMOSE, será mejor que sueltes lo que tienes por decirme. Las malas noticias es mejor darlas rápido.

-Muy bien, AMUN. Veo que no puedo ocultarte mi descontento. Esperamos la llegada de una embajada de Asiria. Deben ser ellos los que se acercan. Mi misión será escoltarlos hasta que abandonen Egipto.

-¿Que tiene eso de malo? ¿Acaso me dirás que firmamos un tratado de paz con esos asesinos?

-La paz después de tanta muerte no sería lo malo, AMUN, mi amigo. Demasiada guerra ha tenido Egipto. Nuestro príncipe, BEBTI, ha pactado la liberación del rey de Ashur: Es el mismo SALMANASAR el que viene camino hacia aquí con su escolta. Está por llegar.

La noticia nos sorprende y nos llena de estupor y espanto al mismo tiempo: El criminal pérfido al que tanto costo vencer y capturar, ahora liberado por un pacto espurio entre cortes. DUMUZI y mi jefe se miran. No es difícil adivinar el odio que corre por sus venas. 

continuará ... 

miércoles, 4 de mayo de 2016

EL CUERVO (CUENTO CORTO)




EL CUERVO
Por Karlos Dearma.

La silueta de tres mástiles manifestaba, a los ojos de quienes podíamos admirarla, su rara magnificencia, oponiendo su lobreguez a la claridad de la luna. Todo en aquel barco era fantasmal, y la entera bahía parecía estremecerse ante esa presencia tenebrosa. En la cubierta pude observar el movimiento de hombres culminando con la maniobra. Un instante después, El Cuervo lanzó el ancla, que se hundió, profundo en el mar, enviando al aire una nube salada de burbujas y espuma.

Todos en la isla Tortuga conocían las historias acerca del navío, su tripulación maldita, y su no menos temido capitán. Decenas de veces sus hombres y mujeres se habían lanzado al abordaje, otras tantas habían saqueado a cualquier presa que estuvo entre sus manos. Varias veces estuvieron a punto de caer, es cierto, y otras tantas habían logrado escapar de las armadas inglesa y española. Como cuando su capitán, el inefable Charles Hendricks, perseguido por tres navíos de la Armada Real Británica, huyó a través de un huracán cerca de Barbados: Solo El Cuervo logro salir indemne del trance.

Todo pirata, que se preciara de tal, quería formar parte de su dotación. Pero aquella posibilidad era un tesoro reservado para pocos, solo las mujeres y los hombres más feroces, pues las condiciones de admisión impuestas por su jefe eran de las más duras.

Desde que había abandonado las calles de Londres, para embarcarme como grumete en un navío mercante, a mis jóvenes 14 años, había deseado obtener un tesoro parecido a ese. Las extrañas circunstancias de la vida habían hecho caer a mi nave presa de los bucaneros; todavía más extraña había sido la casualidad de no compartir la muerte con mis compañeros de infortunio: El grumete de la nave pirata había muerto en la refriega, y, el ancho capitán del Cazador, Owen Mason, me ofreció el puesto a mí; como podrán darse cuenta, fue imposible decir que no.

Eso me permitió salvar el pellejo, llegar hasta Tortuga y trocar mi vida anterior de vagabundo por la de pirata.

Las condiciones como tripulante del Cazador distaban de ser las ideales. Es por ello que andaba a la búsqueda de una alternativa. El Cuervo parecía una buena opción, solo que debía escapar de las garras de Mason, intentar dar pruebas de valor a Hendricks, y, entonces, tal vez, tuviera una oportunidad.

Tuve la ocasión la siguiente noche, en La Raja de Oro. La Raja era la taberna más concurrida de la isla, y, suponía, hacia allí se dirigirían los marineros del Cuervo, incluido su capitán. Llegué temprano y el ambiente era festivo; todos bebían alegremente. Vi a Hendricks en una mesa bebiendo ron, solo. Pensé en la manera de acercarme pero tenía miedo de la leyenda y eso me contuvo.

Algo llamó mi atención: Otro hombre, que bebía solo y permanecía serio, parecía el único allí dentro que no se divertía; su expresión era de odio, más bien parecía estar acechando al capitán del Cuervo.

Se puso de pie y se dirigió a la mesa de Hendricks, sin que este lo viera. Vi que llevaba su mano a la empuñadura de una daga. Corrí para impedir la traición. Me arrojé encima del agresor en el último instante, pero con la mala suerte de recibir la cuchillada en el hombro. Grité de dolor; sentí como mi tibia sangre brotaba del tajo.

Cuando se preparaba para matarme, una espada lo atravesó. Era Hendricks. Me había salvado la vida y yo a él. Con voz grave, me dijo:

-Debo darte las gracias. ¿Quién eres?

-Mi nombre es James Rock y quiero ser parte de su tripulación.

continuará ...


Este cuento participa del concurso organizado por "EL CIRCULO DE ESCRITORES" llamado "PIRATAS ... ¡AL ABORDAJE!"