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miércoles, 19 de octubre de 2016

SETI, EL EGIPCIO /// CAPITULO 143



143   ARNUWANDA AL RESCATE (ARNUWANDA)
Por Karlos Dearma.

-¿Podrás entrar en la ciudad sin ayuda, ARNUWANDA?-SESOSTRIS se muestra preocupado por mi plan de entrar en el interior de Alepo. HATTUSILLI lanza una mirada escéptica. Tengo que desalentarles.

-Sera difícil pero lo he hecho antes. Esas murallas no son lo suficientemente altas. Tuve buenos maestros de escalada.
 
HATTUSILLI cambia su faz: Ahora sonríe. Estoy seguro que la empresa no será fácil. Solo compongo frases arrojadas para darme valor.

Un par de lugareños me acompañaran. Son BARTO y REBEDEM. Ellos conocen Alepo, y a la mujer que debemos rescatar. O por lo menos averiguar si eso es posible. Hemos elegido la torre norte. Es la menos protegida de la ciudad. EA-TESHUB y sus hombres no esperan un ataque por ese lugar, del lado de la tierra de los dos ríos.

-Nos pondremos en marcha esta misma noche. Buscare lo necesario para escalar los muros. Entrare y encontrare a MUWATALLIS. Intentaremos sacar a SILOE, y, si no podemos, regresaremos con la información necesaria para atacar la ciudad.

-No te arriesgues más de lo necesario, ARNUWANDA. Vuelve en una pieza de ser posible.

HATTUSILLI suena grave. Me halaga y reconforta el que se preocupe por mi persona. Pero alguien debe hacer este trabajo, y ninguno de ellos dos es el indicado. 

Mis acompañantes conocen las calles de la urbe y tienen parientes tras los muros que deberían ocultarnos. Manos a la obra.

Por la noche nos deslizamos hacia Alepo. Las oscuridades deberían cubrirnos lo suficiente como para poder trepar las paredes. 

SESOSTRIS y HATTUSILLI nos escoltan hasta el pie de las murallas.  No son lo suficientemente altas para mí. Algunos pocos centinelas caminan por detrás de las almenas con antorchas en las manos. Esperamos. Necesito que se alejen lo suficiente para poder lanzar un gancho.

HATTUSILLI me hace una seña. Hago balancear la cuerda y la arrojo hacia arriba. El gancho vuela, vuela y supera la altura de la pared.

Cae sin hacer mucho ruido y me aseguro que este firme: Lo está. Espero otra señal de HATTUSILLI. No hay novedad en los muros.

Trepo. Primero solo. Apenas unos instantes después estoy en la parte superior. Con un silbido sordo llamo a BARTO y a REBEDEM, que comienzan a ascender. Me oculto en las sombras, y vigilo los movimientos de los guardias. Están lejos.

Los dos sirios se reúnen conmigo y buscamos un lugar para meternos en las calles. Izo la cuerda y la aseguro de nuevo. Esta vez la arrojo hacia el interior. BARTO y REBEDEM bajan primero. Les sigo, y, una vez abajo, suelto las ligas y nos ocultamos fuera de la mirada de los guardias. Estamos en el interior de Alepo. 

REBEDEM nos hace una seña y entendemos que debemos seguirle. Todo está tranquilo. Aquí y allá algunos candiles iluminan las calles vacías. Los pobladores están puertas adentro. No hay señal de las patrullas nocturnas que guardan el reinado de EA-TESHUB. Mejor así. 

Caminamos con cautela, saltando los cruces lo más rápido que podemos, dejando atrás las almenas. Nos detenemos en una calleja oscura. BARTO nos da instrucciones:

-Faltan unas pocas casas desde aquí hasta lo de mi tío, SEP.  Iré delante, denme un momento y luego síganme.

Asentimos. Lo vemos cruzar una plaza. Del otro lado nos hace una seña. REBEDEM le sigue. Espero. Cuando ambos se juntan levantan sus brazos para que me junte con ellos, o por lo menos eso creí: Sería lo malo. Lo que sucedería después me haría darme por el suelo con la evidencia de que aquel no era mi día de suerte.

Me lanzo en una carrera a través del espacio abierto cuando escucho algo inquietante: Caballos y jinetes que vienen en esta dirección. 

Consigo arrojarme al piso, tratando de cubrirme entre las oscuridades.
Cuatro guerreros montados irrumpen en la plaza. Trato de esconderme lo mejor que puedo. Los soldados disminuyen la marcha y los caballos que montan piafan nerviosos. 

Los observo escudriñar el espacio abierto. Pero no me ven: demasiada oscuridad. Seguirán su camino, pienso. Pero no es así. Cuando comienzan a alejarse, un grupo de perros callejeros, que no había visto, me olfatea.

Me señalan con ladridos y pago caro su traición. Los jinetes desconfían y regresan sobre sus pasos, justo hacia donde estoy. Solo tengo una opción: correr.

Le hago señas a mis compañeros para que se pongan a salvo, los veo huir en dirección contraria. Me incorporo e intento escapar. No puedo: Los perros me cazan antes que los montados. 

Caigo al piso, con los canes mordiéndome los pies y las ropas, y lo que es peor: los guardias me dan alcance, rodeándome.

-¡Alto extranjero!  ¿Quién eres?

Quedo en silencio. Pensando en una respuesta, reponiéndome de los magullones. El que parece su jefe no es  del tipo que tiene paciencia. Me golpea en la cabeza y caigo sin conciencia.
 
El desmayo debe de haber durado unas horas.
Cuando despierto estoy en la prisión, encerrado en una celda y con un centinela observándome. Se da cuenta que estoy despierto y llama a su jefe. Menuda suerte la mía.

-Veo que has despertado de tu siesta. Sera mejor que hables ahora, extranjero. Dime tu nombre y lo que estabas haciendo dentro de la ciudad.

-No tengo nada que ocultar. Mi nombre es ARNUWANDA. Vine a ver a mi novia.

-¿Tu novia? ¿Con que eres gracioso? ¿Te deslizas por la muralla y esperas que crea esa tonta historia? Dime su nombre y la buscaremos por ti.

-No puedo decírtelo. Es una mujer casada.

-¿Con que casada? Mira pequeñín, te aplastare la cabeza con mi espada si no empiezas a hablar. Mis hombres los vieron entrar a la ciudad. A ti y a los otros dos. Es solo una cuestión de tiempo para que les pillemos a ellos también.

-¡Ey, jefe: El rey te llama!-Alguien en la penumbra llega con el mensaje, no le prestó atención. Por ahora el interrogatorio se ve interrumpido. 

No es algo que le guste al interrogador. Creo que voy a pasarla mal y debo prepararme para ello. El misterioso personaje me deja bajo vigilancia y se retira. Antes lanza una sonrisa maliciosa que logra inquietarme.

-Volveré.

continuará ...