El Amor… ese perro del infierno IV
Por Karlos Dearma.
El teléfono sonó
un largo rato del otro lado de la línea. Callahan estaba impaciente. Su
interlocutor demoraba demasiado en levantar el tubo; para su gusto. Sabía que
la única forma de levantar a Bukowski de
una de sus borracheras alemanas no era precisamente llamándolo por teléfono
sino tirando su puerta abajo. Pero el tiempo no estaba de su lado.
Al final y
luego de insistir repetidas veces, una voz seca y aguardentosa, que no podía
disimular una lamentable condición alcoholizada, contesto.
-¿Quién
mierda habla? ¿Acaso no tienes nada mejor para hacer que tocarme los huevos de
esa manera y a estas horas?
-Será mejor
que te calles, viejo gilipollas, y escuches muy bien lo que tengo para decirte.
-¿Callahan?
¡Basura de Kansas! ¿Quién coño te crees que eres para hablarme de esa manera?
-Soy el que
va a romperte los dientes si no haces lo que quiero, pedazo de mierda. Voy a
necesitar de tus “inapreciables servicios” –hizo una pausa para soltar una leve
risita-Dicen que eres el mejor en lo tuyo.
-¿Me halagas
y estas de buen humor? Bien. Supongo que no estoy en posición de negarme.
-No. Quiero
un par de “Tommys”, granadas, algo de munición y también necesito que me
prestes una Luger.
-¿Algo más?
¡Vaya, un mínimo arsenal! Ok. Tu crédito está abierto. Dime Richard: ¿Qué estas
tramando? ¿Asaltar un banco o reventar Fuerte Knox?
-No es
asunto tuyo alemán. Mientras menos sepas mejor.
-¿Cuándo vendrás por aquí?
-Estoy en
camino.
Ringo colgó
el teléfono. La habitación del hotel era fría y lúgubre pero era un lugar
solitario y alejado: Ideal para un fugitivo como él. La banda de Nolan y los
hombres de Auggie deberían estar buscándole. Judith parecía dormir
plácidamente.
Tomo de su cartera las llaves del auto, un bolígrafo y en un
papel garabateo una despedida. Observo a la rubia desnuda en la cama una vez
más. Tal vez fuera la última vez, pensó, si es que las cosas no salían bien.
Luego se escabullo silenciosamente por la puerta.
No tan lejos
de allí una reunión se estaba por llevar a cabo. El socio del fallecido Walter
Nolan, Auggie Meyers, tenía una conversación con uno de sus principales
lugartenientes. Los dos esperaban la llegada de los hombres de Walter.
La
intensión de Meyers era unir los negocios de las dos bandas evitando
derramamientos de sangre entre ellos, transformándose en el líder de ambas pero
antes debía conseguir su aprobación, ponerse de acuerdo y liquidar a esa piedra
en el camino que era capaz de arruinarlo todo: Richard Callahan.
-Dime Bob:
¿Alguna novedad de mi hermana?
-Aun no
aparece.
-¿En dónde
demonios se metió, Rebeca? Justo ahora que la necesitamos.
-Seguramente
aparecerá. No te preocupes.
-¿Sabrá de
la muerte de Walter?
-Si lo
supiera ya habría aparecido.-Grazno con seguridad Bob Hawkins mientras de
manera varonil arrojaba al suelo una colilla de cigarrillo.
En ese
momento tres automóviles entraron por el sendero que llevaba a la residencia
enclavada en las colinas. Auggie desvío su atención en ellos. Eran los
ex-soldados de Nolan. Ambos hombres salieron a recibirlos.
El rostro de Meyers
se endureció e instintivamente llevo su mano a la cintura:
Allí tenía escondida
su 38. Los carros frenaron con estrépito frente a la casa. De ellos
descendieron los pistoleros encabezados por Will Smalls, el segundo de Nolan.
Luego de los saludos de rigor entraron juntos en la estancia y la reunión
comenzó.
continuará ...
Nuevo capítulo de este electrizante novela. Nuevas tramas, nuevas intrigas y un Callahan al que se le acaba el tiempo. La reunión ya ha empezado... Intrigante. Esperando próximo capítulo. Un abrazo.
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