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miércoles, 17 de junio de 2015

EL AMOR... ESE PERRO DEL INFIERNO /// Capitulo 5




El Amor... ese perro del infierno V
Por Karlos Dearma.

Golpeó la puerta con insistencia pero nadie salió. Así eran las cosas con el alemán Bukowski: O volvías otro día o derribabas la entrada. No había tiempo para lo primero pero antes de llegar a lo segundo, Ringo, le pego una vuelta a la casa. Descubrió una de las ventanas abiertas y por ella se deslizo como un gato. 

La oscuridad más espesa lo recibió, busco la llave de la luz para ahogar sus negruras. 

Cuando la encontró apareció, ante él, un paisaje devastado. Dentro todo era gran desorden y mugre: Papeles y restos de envoltorios de comida regaban los pisos y las habitaciones; camino por un pasillo, pateando botellas vacías de cerveza y vino, buscando al alemán. Hizo silencio para escuchar sus estentóreos ronquidos en una estancia cercana. Y hacia allí se dirigió. 

-¿Alemán?

No obtuvo respuesta, Hank Bukowski dormía en un sillón, como un oso hibernando, abrazado a una botella de whisky. Intento despertarlo atizándole un golpe en la barriga: Solo lo hizo toser un poco. 

Lo cacheteo un tanto como para hacerlo reaccionar, no logro resultado. El borrachín no estaba para nada ni nadie más.

Decidió ponerse a buscar lo que necesitaba. Paseo por las habitaciones de la casa y no encontró ningún arsenal. ¿En dónde estaban las armas? Buscó y buscó. 

Detrás de unas cortinas apareció de pronto una puerta disimulada. La empujó y encendió una bombilla que le revelo una escalera descendiendo a un sótano. 

Bajo por ellas sin dudar y allí estaba el arsenal de Bukowski, muchas cajas. Hank se había hecho una reputación como traficante y sus contactos le dieron carta blanca para actuar: Para ello debió sobornar a mucha gente pero su negocio era próspero, al menos por ahora.

Callahan comenzó por abrir los cofres y pronto junto lo que necesitaba. Un par de ametralladoras Thompson con cargador cilíndrico, granadas mk1, munición calibre 38 y el tesoro oculto del alemán: Pistolas Luger. 

La cantidad de armas le hizo distraerse por un momento, por lo cual no llego a advertir la presencia de Bukowski a sus espaldas.

Se dio vuelta pero era tarde: Hank le aplico un golpe en la barbilla que lo desequilibro. Cayó hacia atrás dando un tumbo contra las cajas de unos fusiles belgas. Atontado, intento levantarse para recibir un nuevo golpe que lo durmió.

Tal vez pasaron unas horas después de ello. Cuando despertó estaba amarrado a una silla como al comienzo de todo. Esta vez el panorama distaba mucho de ser agradable. Ninguna rubia estaba por allí para salvarle. 

Rebeca Meyers estaba sentada junto a él con una pistola en la mano. Seguramente el alemán la había liberado del maletero del Chevrolet. La morena sonrío, los papeles se habían invertido.

-¿Pudiste dormir bien, cariño?

-He tenido mejores siestas. ¿En dónde se metió el alemán cabrón ese? Tengo ganas de devolverle los golpes que me dio.

-Eso deberá esperar. Ahora lo envié a buscar a mi hermano. Auggie llegará de un momento a otro.

-¿Te aseguraste de que no pase por la cocina antes? Tenía por allí una despensa llena de whisky.

-No creo que sea tan tonto como tú.

Tampoco Richard lo creía. Pero eso renovaba sus esperanzas de salir nuevamente con vida.

Mientras tanto Hank había hecho la llamada correspondiente: No tenía ganas de enemistarse con los Meyers. Matar a un policía no era la mejor opción pero la balanza se había inclinado en contra de Ringo. Auggie estaba en camino, llegaría con sus hombres de un momento a otro. 

Ni bien corto, Bukowski llamó a sus muchachos: Era mejor ser prevenido y los hechos que se sucedieron después justificarían esa cautela. Más rápido que pronto se hizo presente uno de sus guardaespaldas, otro alemán, gigante como un dios nórdico, de aspecto brutal, Kurt Heinrich. 

Mientras abría otra botella de whisky, Hank le ordenó armarse “por las dudas”. Kurt y otros dos de los soldados de Bukowski bajaron las escaleras que llevaban al sótano, regresando armados con ametralladoras y pistolas.

No tan lejos de allí, en la residencia de las colinas, Auggie y Will Smalls cerraban un trato. De ahora en más, ambas bandas estaban unidas, y, Meyers era el nuevo jefe. Pero como tal cometería su primer error: Enviar a Will a por Callahan. 

Leer siguiente: Capitulo 6 ... 

3 comentarios:

  1. Una historia con mucha acción, tiene los ingredientes para engancharse a la siguiente parte.
    Saludos.

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  2. Cada capítulo más vibrante que el anterior. Deseando leer más entregas. Un abrazo.

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  3. Este Callahan está bajando escalones, directos al infierno. La suerte deberá jugar de se parte para seguir con vida, demasiados enemigos para un solo hombre...¿O no? Apasionante lectura.
    ¡Abrazo, compañero!

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