El Amor... ese perro del infierno V
Por Karlos Dearma.
Golpeó la
puerta con insistencia pero nadie salió. Así eran las cosas con el alemán
Bukowski: O volvías otro día o derribabas la entrada. No había tiempo para lo
primero pero antes de llegar a lo segundo, Ringo, le pego una vuelta a la casa.
Descubrió una de las ventanas abiertas y por ella se deslizo como un gato.
La
oscuridad más espesa lo recibió, busco la llave de la luz para ahogar sus
negruras.
Cuando la encontró apareció, ante él, un paisaje devastado. Dentro
todo era gran desorden y mugre: Papeles y restos de envoltorios de comida
regaban los pisos y las habitaciones; camino por un pasillo, pateando botellas
vacías de cerveza y vino, buscando al alemán. Hizo silencio para escuchar sus estentóreos
ronquidos en una estancia cercana. Y hacia allí se dirigió.
-¿Alemán?
No obtuvo
respuesta, Hank Bukowski dormía en un sillón, como un oso hibernando, abrazado
a una botella de whisky. Intento despertarlo atizándole un golpe en la barriga:
Solo lo hizo toser un poco.
Lo cacheteo un tanto como para hacerlo reaccionar,
no logro resultado. El borrachín no estaba para nada ni nadie más.
Decidió
ponerse a buscar lo que necesitaba. Paseo por las habitaciones de la casa y no encontró
ningún arsenal. ¿En dónde estaban las armas? Buscó y buscó.
Detrás de unas
cortinas apareció de pronto una puerta disimulada. La empujó y encendió una
bombilla que le revelo una escalera descendiendo a un sótano.
Bajo por ellas
sin dudar y allí estaba el arsenal de Bukowski, muchas cajas. Hank se había
hecho una reputación como traficante y sus contactos le dieron carta blanca
para actuar: Para ello debió sobornar a mucha gente pero su negocio era próspero,
al menos por ahora.
Callahan comenzó
por abrir los cofres y pronto junto lo que necesitaba. Un par de ametralladoras
Thompson con cargador cilíndrico, granadas mk1, munición calibre 38 y el tesoro
oculto del alemán: Pistolas Luger.
La cantidad de armas le hizo distraerse por
un momento, por lo cual no llego a advertir la presencia de Bukowski a sus
espaldas.
Se dio vuelta pero era tarde: Hank le aplico
un golpe en la barbilla que lo desequilibro. Cayó hacia atrás dando un tumbo
contra las cajas de unos fusiles belgas. Atontado, intento levantarse para
recibir un nuevo golpe que lo durmió.
Tal vez
pasaron unas horas después de ello. Cuando despertó estaba amarrado a una silla
como al comienzo de todo. Esta vez el panorama distaba mucho de ser agradable. Ninguna
rubia estaba por allí para salvarle.
Rebeca Meyers estaba sentada junto a él
con una pistola en la mano. Seguramente el alemán la había liberado del
maletero del Chevrolet. La morena sonrío, los papeles se habían invertido.
-¿Pudiste
dormir bien, cariño?
-He tenido
mejores siestas. ¿En dónde se metió el alemán cabrón ese? Tengo ganas de
devolverle los golpes que me dio.
-Eso deberá
esperar. Ahora lo envié a buscar a mi hermano. Auggie llegará de un momento a
otro.
-¿Te
aseguraste de que no pase por la cocina antes? Tenía por allí una despensa
llena de whisky.
-No creo que
sea tan tonto como tú.
Tampoco
Richard lo creía. Pero eso renovaba sus esperanzas de salir nuevamente con
vida.
Mientras
tanto Hank había hecho la llamada correspondiente: No tenía ganas de
enemistarse con los Meyers. Matar a un policía no era la mejor opción pero la
balanza se había inclinado en contra de Ringo. Auggie estaba en camino,
llegaría con sus hombres de un momento a otro.
Ni bien corto, Bukowski llamó a
sus muchachos: Era mejor ser prevenido y los hechos que se sucedieron después
justificarían esa cautela. Más rápido que pronto se hizo presente uno de sus
guardaespaldas, otro alemán, gigante como un dios nórdico, de aspecto brutal, Kurt
Heinrich.
Mientras abría otra botella de whisky, Hank le ordenó armarse “por
las dudas”. Kurt y otros dos de los soldados de Bukowski bajaron las escaleras
que llevaban al sótano, regresando armados con ametralladoras y pistolas.
No tan lejos
de allí, en la residencia de las colinas, Auggie y Will Smalls cerraban un
trato. De ahora en más, ambas bandas estaban unidas, y, Meyers era el nuevo
jefe. Pero como tal cometería su primer error: Enviar a Will a por Callahan.
Leer siguiente: Capitulo 6 ...
Una historia con mucha acción, tiene los ingredientes para engancharse a la siguiente parte.
ResponderEliminarSaludos.
Cada capítulo más vibrante que el anterior. Deseando leer más entregas. Un abrazo.
ResponderEliminarEste Callahan está bajando escalones, directos al infierno. La suerte deberá jugar de se parte para seguir con vida, demasiados enemigos para un solo hombre...¿O no? Apasionante lectura.
ResponderEliminar¡Abrazo, compañero!