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miércoles, 24 de junio de 2015

EL AMOR... ESE PERRO DEL INFIERNO /// Capitulo 6



El Amor... ese perro del infierno VI
Por Karlos Dearma. 

Will Smalls era el progenitor de un joven llamado Junior. El vástago pretendía seguir los pasos de su padre en el mundo del hampa. Will no estaba convencido. Sentía el cariño que cualquier padre siente por su único hijo. Pero tenía otros planes para él, y estos no pasaban por la carrera de la delincuencia. Deseaba que Will Junior siguiera sus estudios en abogacía y así, tal vez entonces, acercarlo a su mundo, pero como un hombre de negocios.

El muchacho no quería estudiar, ambicionaba el ser un “soldado” más en la banda. Era un luchador callejero nato, probado en muchas riñas. Le gustaban las acciones temerarias y desmedidas de los tipos duros como su padre, le admiraba.  Ese día en que Will decidió subordinarse a la autoridad de Auggie se lo reclamo:

-Padre, déjame ir contigo. Sé cómo comportarme.

Will no escucho a un hombre en él, escucho a un niño. Sus ideas eran otras, aun así no pudo dejar de sentir cierto orgullo por el muchacho, en el cual se sentía reflejado como un espejo. Le respondió meneando la cabeza:

-No eres un cobarde hijo, lo sé. Y me alegro. Pero habrá tiempo para estas cosas, lo prometo, hoy no es el momento.

El joven se sintió humillado pero no desobedeció. Algo en el tono de voz de su padre termino por convencerle. Agacho la cabeza, se despidió de Will y regreso a casa como su padre lo pidió. Ninguno de los dos suponía que sería la última vez que se verían con vida.

Will Smalls preparo a cinco de sus hombres y partieron juntos en dos autos a la búsqueda de Callahan, tal cual Meyers les había ordenado.

Mientras tanto, en la casa, Ringo esperaba su futuro próximo con ansiedad. Sabía que lo iban a entregar a Meyers. Su tiempo parecía haberse acabado. Para él quedaba solo la incertidumbre del destino que podría fijarle Auggie. 

El alemán repartió a sus hombres por la casa, colocándolos en lugares estratégicos. Kurt en el techo, su hermano Rolf Heinrich en una de las ventanas y el otro hermano, Michael, en la puerta. Tensos minutos se sucedieron mientras la morena Rebeca fumaba un Marlboro tras otro, arrojando el humo con desdén y escudriñando burlonamente a Richard.

Al final los dos autos se detuvieron frente a la residencia de Hank. Los matones descendieron, Bukowski se asomó a una de las ventanas y despreocupadamente salió al Jardín acompañado por Rebeca, y Michael arrastrando a Callahan, amarrado como estaba con sus manos por delante. La visión sacó de quicio al alemán: ¡Will Smalls, que demonios hacia aquí! Envalentonado por el alcohol, lo increpó:

-Will, rata traicionera: ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Meyers?

Will también se sorprendió e instintivamente dio un paso atrás. Ninguno de los dos sabía que iban a encontrarse. Ambos habían sido amigos y socios hasta que Smalls se quedó con unos dineros indebidos,  y la mujer de Hank; el alemán nunca se lo perdonó. Juró que lo mataría. Auggie no lo sabía cuándo lo envió allí y ese fue su error. Will intentó mostrarse conciliador:

-Escucha alemán. Meyers me envío por Callahan, dejemos ahora de lado nuestras diferencias, luego podremos hablar.

-¿Con que quieres hablar? ¿Vas a pedir perdón? ¡Maldito hijo de perra, debería matarte ya mismo!

-Será mejor que te calmes. Entrégame a Ringo y ya. Olvidaré tus insultos.

Hank, lejos de amedrentarse, le apuntó a Will con su Luger. Smalls retrocedió otro paso y sus hombres sacaron las armas. Rebeca se asustó y miro con miedo a Richard, que no llegaba a comprender del todo lo que estaba sucediendo. Unos segundos trascurrieron lentamente, con todos observándose entre sí  y sin atinar a hacer nada. 

Luego sucedió algo inexplicable: Uno de los hombres de Smalls, asustado, le descargó un escopetazo a Michael Heinrich, volándole literalmente la cabeza de los hombros. El cadáver cayó de rodillas, accionando el gatillo de la ametralladora Thompson que llevaba en sus manos: Una lluvia de balas roció  uno de los automóviles matando a su chofer, que murió golpeando su cabeza contra el volante. Callahan alcanzó a rodar por el suelo, evitando ser herido.

Los otros Heinrich, horrorizados por la muerte de su hermano, comenzaron una balacera contra los hombres de Will que respondieron los disparos, refugiándose tras los autos.

La siguiente en caer fue Rebeca, que quedó atrapada en la línea de fuego y fue acribillada. Su cadáver cayó entre las flores del jardin. Ringo se arrastró hacia ella y, luego de constatar con pesar que estaba muerta, le sacó el calibre 32 que traía encima, hiriendo de varios disparos al propio Smalls.

Pudo incorporarse y esquivando las balas corrió hacia una de las ventanas, saltando dentro de la casa buscando refugio; a salvo se reunió con Bukowski que había recibido un balazo en el brazo derecho. Este lo desató y puso en sus manos una pistola Colt y varios cargadores.

La gente suele cambiar de opinión con una rapidez asombrosa, pensó Richard. 

Los números se habían emparejado y el tiroteo continuaba.  Pero no por mucho tiempo. Los guardaespaldas de Smalls subieron a su jefe malherido a uno de los autos y, sin perder tiempo, huyeron de la escena.

Callahan le saco un paquete de cigarrillos al alemán del bolsillo delantero de la camisa. Encendió con pereza uno, aspirando de manera varonil su humo, tratando de saborear el gusto para luego fabricar una aureola en el aire. Con mirada triste recordó a Rebeca. La reyerta había terminado.

FIN DE LA PRIMERA TEMPORADA
 

2 comentarios:

  1. Genial. Sigo esta novela de gangster con mucho placer. Una pena lo de Rebeca, pensaba que en algún momento se reconciliarían. Pero siempre hay víctimas laterales. Un abrazo. Y esperando próxima entrega.

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  2. Empiezan las lluvias de balas y a caer como moscas, los duros hombres de negro. Gran final de temporada, maestro.
    Abrazo, compañero.

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