El Amor... ese perro del infierno VI
Por Karlos Dearma.
Will Smalls era
el progenitor de un joven llamado Junior. El vástago pretendía seguir los pasos
de su padre en el mundo del hampa. Will no estaba convencido. Sentía el cariño
que cualquier padre siente por su único hijo. Pero tenía otros planes para él, y
estos no pasaban por la carrera de la delincuencia. Deseaba que Will Junior
siguiera sus estudios en abogacía y así, tal vez entonces, acercarlo a su
mundo, pero como un hombre de negocios.
El muchacho
no quería estudiar, ambicionaba el ser un “soldado” más en la banda. Era un
luchador callejero nato, probado en muchas riñas. Le gustaban las acciones
temerarias y desmedidas de los tipos duros como su padre, le admiraba. Ese día en que Will decidió subordinarse a la
autoridad de Auggie se lo reclamo:
-Padre,
déjame ir contigo. Sé cómo comportarme.
Will no
escucho a un hombre en él, escucho a un niño. Sus ideas eran otras, aun así no
pudo dejar de sentir cierto orgullo por el muchacho, en el cual se sentía
reflejado como un espejo. Le respondió meneando la cabeza:
-No eres un
cobarde hijo, lo sé. Y me alegro. Pero habrá tiempo para estas cosas, lo
prometo, hoy no es el momento.
El joven se
sintió humillado pero no desobedeció. Algo en el tono de voz de su padre
termino por convencerle. Agacho la cabeza, se despidió de Will y regreso a casa
como su padre lo pidió. Ninguno de los dos suponía que sería la última vez que
se verían con vida.
Will Smalls
preparo a cinco de sus hombres y partieron juntos en dos autos a la búsqueda de
Callahan, tal cual Meyers les había ordenado.
Mientras
tanto, en la casa, Ringo esperaba su futuro próximo con ansiedad. Sabía que lo
iban a entregar a Meyers. Su tiempo parecía haberse acabado. Para él quedaba
solo la incertidumbre del destino que podría fijarle Auggie.
El alemán repartió
a sus hombres por la casa, colocándolos en lugares estratégicos. Kurt en el
techo, su hermano Rolf Heinrich en una de las ventanas y el otro hermano,
Michael, en la puerta. Tensos minutos se sucedieron mientras la morena Rebeca
fumaba un Marlboro tras otro, arrojando el humo con desdén y escudriñando
burlonamente a Richard.
Al final los
dos autos se detuvieron frente a la residencia de Hank. Los matones
descendieron, Bukowski se asomó a una de las ventanas y despreocupadamente
salió al Jardín acompañado por Rebeca, y Michael arrastrando a Callahan,
amarrado como estaba con sus manos por delante. La visión sacó de quicio al
alemán: ¡Will Smalls, que demonios hacia aquí! Envalentonado por el alcohol, lo
increpó:
-Will, rata
traicionera: ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Meyers?
Will también
se sorprendió e instintivamente dio un paso atrás. Ninguno de los dos sabía que
iban a encontrarse. Ambos habían sido amigos y socios hasta que Smalls se quedó
con unos dineros indebidos, y la mujer
de Hank; el alemán nunca se lo perdonó. Juró que lo mataría. Auggie no lo sabía
cuándo lo envió allí y ese fue su error. Will intentó mostrarse conciliador:
-Escucha
alemán. Meyers me envío por Callahan, dejemos ahora de lado nuestras
diferencias, luego podremos hablar.
-¿Con que
quieres hablar? ¿Vas a pedir perdón? ¡Maldito hijo de perra, debería matarte ya
mismo!
-Será mejor
que te calmes. Entrégame a Ringo y ya. Olvidaré tus insultos.
Hank, lejos
de amedrentarse, le apuntó a Will con su Luger. Smalls retrocedió otro paso y
sus hombres sacaron las armas. Rebeca se asustó y miro con miedo a Richard, que
no llegaba a comprender del todo lo que estaba sucediendo. Unos segundos
trascurrieron lentamente, con todos observándose entre sí y sin atinar a hacer nada.
Luego
sucedió algo inexplicable: Uno de los hombres de Smalls, asustado, le descargó
un escopetazo a Michael Heinrich, volándole literalmente la cabeza de los
hombros. El cadáver cayó de rodillas, accionando el gatillo de la ametralladora
Thompson que llevaba en sus manos: Una lluvia de balas roció uno de los automóviles matando a su chofer,
que murió golpeando su cabeza contra el volante. Callahan alcanzó a rodar por
el suelo, evitando ser herido.
Los otros
Heinrich, horrorizados por la muerte de su hermano, comenzaron una balacera
contra los hombres de Will que respondieron los disparos, refugiándose tras los
autos.
La siguiente en caer fue Rebeca, que quedó atrapada en la línea de fuego
y fue acribillada. Su cadáver cayó entre las flores del jardin. Ringo se
arrastró hacia ella y, luego de constatar con pesar que estaba muerta, le sacó el
calibre 32 que traía encima, hiriendo de varios disparos al propio Smalls.
Pudo
incorporarse y esquivando las balas corrió hacia una de las ventanas, saltando
dentro de la casa buscando refugio; a salvo se reunió con Bukowski que
había recibido un balazo en el brazo derecho. Este lo desató y puso en sus
manos una pistola Colt y varios cargadores.
La gente
suele cambiar de opinión con una rapidez asombrosa, pensó Richard.
Los números
se habían emparejado y el tiroteo continuaba. Pero no por mucho tiempo. Los guardaespaldas
de Smalls subieron a su jefe malherido a uno de los autos y, sin perder tiempo,
huyeron de la escena.
FIN DE LA PRIMERA TEMPORADA
Genial. Sigo esta novela de gangster con mucho placer. Una pena lo de Rebeca, pensaba que en algún momento se reconciliarían. Pero siempre hay víctimas laterales. Un abrazo. Y esperando próxima entrega.
ResponderEliminarEmpiezan las lluvias de balas y a caer como moscas, los duros hombres de negro. Gran final de temporada, maestro.
ResponderEliminarAbrazo, compañero.