La luz de las noches
Por Karlos Dearma
La tarde se fue
de a poco y la tierra se envolvió en sombras. Eso lo inquietó. Tan pronto como
la noche ocupo la escena, un creciente viento fresco llego desde las montañas, erizándole
el pelo, haciendo bramar con soplidos invisibles, las ramas de los árboles.
Olfateó el aire y sintió los aromas de la foresta y el frío se metió por sus
fosas nasales.
La soledad
lo rodeaba. El resto del grupo lo había dejado atrás. Un ruido de ramas secas
rompiéndose lo puso en estado de alerta. Sintió miedo y desconfiado como era, se
agazapo detrás de unas rocas. Aguzó los oídos, alzando cabeza y orejas, pero
solo recibió el sonido del silencio. Un perseguido como él sabía que debía
evitar a los hombres: Esos carniceros
infames que querían cobrarse su vida.
Hubiera
querido confirmar esa nada visualmente, pero la luz de la noche no había
aparecido aún. ¿Qué le habría sucedido?
La oscuridad
era casi total, pero como si una magia hubiese respondido a sus deseos, la luna
finalmente emergió desde los densos nubarrones que cabalgaban el cielo, tiñendo
con su luz gélida la faz de los bosques.
Envalentonado, subió a una roca alta y le lanzó
un fuerte aullido, agradeciéndole una vez más su tierna compañía. Desde la lejanía,
otros lobos lo imitaron.
El lobo y la luna se hacen compañía. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mari Carmen !!! Me gustaba escribir algo sobre esa colaboración. Abrazo.
EliminarHola Carlos. ¡Me ha encantado! y ese giro final cuando todos esperábamos otra cosa.... Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Z !!! Me alegra saberlo. Bienvenida a mi mundo literario. Espero que en el futuro nos sigamos leyendo mutuamente. Abrazo.
EliminarQué pareja ancestral la del lobo y la luna. De vez en cuando un buen escritor, como Carlos Dearma, se ocupa de ella para volverlos a enamorar.
ResponderEliminarEstupendo relato Carlos,... especialmente con ese desenlace tan inesperado. Feliz Navidad!
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