Gualichú
Por Karlos Dearma.
En algún
momento de mi vida había dejado de ser una persona creyente. No es mi intención
explicar aquí el porqué de ésta decisión pues poco tiene que ver con la
historia que contaré: Sólo que tal vez me haya salvado la vida.
He llevado
una existencia solitaria: Empleándome ocasionalmente como peón de estancia,
domador y baqueano en las soledades del Sur. Y es así, en el ejercicio de
ésta labor, que me dirigí una vez más al territorio del Río Negro como guía y escolta del capitán Irineo Márquez y su familia. No era el único en estas
funciones: Una veintena de soldados armados, incluyendo a una partida de indios guenaken, nos acompañaban al nuevo destino del
capitán en los pagos de San Antonio.
Márquez era
un tipo autoritario y cruel, aficionado a la bebida, hijo de una familia "bien" al igual que su esposa. Sus dos hijos eran altivos y soberbios, cualidades sin
duda heredadas de sus padres. Nos trataban con desdén, pues despreciaban al
gauchaje y permítanme decirles algo: los hechos que vendrían luego tienen como únicos
responsables a los integrantes de ésta familia.
Las
circunstancias del viaje nos llevaron a las cercanías del paraje en donde se
encuentra “El árbol del Gualichú”. Los indios creen que en ese lugar mora un
espíritu maligno (Gualichú) al que es aconsejable evitar. Es por eso que, para no
incomodarles, decidí un camino que nos alejara del misterioso árbol a pesar de
mi repugnancia a esas tontas supersticiones de mis amigos guenaken.
Le
expliqué a Márquez mi decisión y los porqué, pero eso a él no le importó. Lanzándome
encima una montaña de insultos y ostentando autoridad, ordenó a sus hombres
avanzar en esa dirección y acampar a la vera del árbol.
Intenté
explicarle las desventajas de sus órdenes, pero ignoró mis palabras. Su decisión alarmó a la indiada y algo parecido a un
motín comenzó a orquestarse. Cuando llegamos había caído la noche; el capitán
se bajó de su caballo y caminó hasta el árbol siendo su primer acto abominable
orinarlo y burlarse de Gualichú. Los indios horrorizados comenzaron a huir, lanzando todo tipo de maldiciones en contra del “Huinca malo” y advirtiéndonos:
“¡Cristianos, van a morir!”.
Un Márquez enfurecido
les disparó con su pistola sin conseguir herir a nadie, lo que sucedería después
escapa a la imaginación de cualquiera. Aguijoneado por su mujer y ayudado por
sus hijos decidió acabar con el “símbolo de los infieles” poniendo fuego al árbol.
Pasmado los observé dedicarse con esmero a su tarea, luego sucedió lo
inimaginable.
De entre las llamas escuchamos salir algo parecido a un rugido
que nos estremeció. El árbol pareció cobrar vida y desde él un horrible
monstruo emergió lanzando un alarido que me hizo caer de rodillas, tembloroso. El
gigante atrapó a los hijos y acto seguido los masticó, escupiendo luego sus cadáveres, lejos.
Algunos soldados asustados huyeron, otros comenzaron a dispararle siendo
todos fulminados por un rayo que el monstruo les lanzó. Márquez intento
enfrentarle y fue testigo de cómo su mujer era calcinada por el fuego de
Gualichú, muriendo entre terribles gritos de dolor.
Gualichú fue
entonces por él. Márquez le disparó, lanzando maldiciones, pero de nada sirvió: las
balas no hicieron ningún efecto. Una llamarada de fuego acabó con su vida.
Horrorizado y asustado intenté ponerme de pie y correr, pero no pude. El monstruo me lanzó
una última mirada y comencé por adorarle, abjurando de los malditos impíos y
lanzando loas a su magnificencia y poder. Esa fue la última vez que le vi, Gualichú
tuvo piedad de mí.
Nota: Este cuento participó del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores".
Nota: Este cuento participó del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores".
Gran historia, llena de fantasía y terror y una narración magnífica... Muy bueno. Saludos.
ResponderEliminarGracias Ricardo!!! Un abrazo!!!
EliminarSaludos, buen relato, terrible ese monstruo Gualichú, amante de las adulaciones. Cómo sería esa última mirada?! Éxitos!
ResponderEliminarTerrorífica supongo!!! Gracias Mery!!! Abrazo.
EliminarTodo ser superior quiere ser adorado y cuando de la vida se trata.....muy bueno Carlos. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias Ana!!! Es cierto, un ser omnipotente y vanidoso. El protagonista, como testigo, termina por creer: Lo tenia allí, Abrazos!!!
EliminarBuenísimo.
ResponderEliminarMe encantó.
Muy imaginativo e ingenioso.
Un feliz año colmado de bendiciones.
Un cálido abrazo.
Gracias Lucia!!! Feliz año para ti también!!!
EliminarMe ha gustado, Carlos, no ser creyente también tiene sus ventajas!
ResponderEliminarParece que a mi protagonista le sirvió jeje, gracias, Saludos!!!
EliminarMagnifico Carlos.
ResponderEliminarCon visos de leyenda.
Abrazo
Gracias Ricardo!!! Abrazo
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