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sábado, 17 de enero de 2015

LAMASHTU


Lamashtu
Por Karlos Dearma.

El cabo Joshua Reid nunca llegó a disparar un tiro en la guerra contra Saddam: Había llegado a Irak sólo para el saqueo, y éste había empezado sin él.

Joshua lamentó su suerte. El museo de Bagdad y sus tesoros de antiguas culturas (algunos de los cuales se remontaban a la noche de los tiempos) estaban siendo robados: Vió como los saqueadores escapaban con sacos llenos de reliquias.

El espectáculo era patético, miles de objetos valiosos del pasado, tesoros de la humanidad, habían sido destrozados. Pero eso a él no le importaba, sólo el dinero que podía obtener. Comenzó a buscar algo, lo que fuera, la codicia le guiaba. Pronto advirtió que los otros soldados se habían ido, olvidándolo allí, y no le importó.

Caminó por los pasillos oscuros del museo. En una oficina vio una luz encendida, siguió en esa dirección con su fusil listo. Pateó la puerta y gritó, nadie respondió. Entró en la habitación y el panorama era similar al del resto del museo, desorden. Lanzó un rápido vistazo y no observó nada que fuera de su interés. Desilusionado, dió la vuelta para abandonar el lugar cuando escuchó un estornudo.

Volvió sobre sus pasos y con voz autoritaria ordenó al desconocido salir de su escondite. Un hombrecillo pequeño y acobardado, con aspecto de oficinista o quizás de profesor, emergió lentamente. Abrazaba una maleta pequeña, aferrándose a ella como si fuera una joya. Joshua se dio cuenta que su contenido era algo valioso e inmediatamente le arrebató el maletín haciéndole a un lado como si fuera un muñeco, mirándole con desprecio y amenazándole, estaba seguro que ese alfeñique no era un peligro para un hombre de su talla.

Mientras Joshua abría el maletín para ver el contenido, el hombrecillo se abalanzó sobre él tratando de recuperarlo pero con consecuencias trágicas: El arma se disparó accidentalmente, hiriéndolo de muerte. Joshua asustado y arrepentido, lo tomó entre sus brazos ayudándole a recostarse en el piso. El hombre fue muriendose lentamente y con ojos desorbitados pareció lanzarle una advertencia, repitiendo, una y otra vez hasta que expiró, una palabra que no pudo comprender: “Lamashtu”. Perseguido por la culpa, Reid abandonó el lugar y regresó a su base con el maletín, y la extraña figura femenina de aspecto demoniaco que contenía.

Meses después regresaría a su hogar en Vermont. Para entonces otros sucesos trágicos ocurridos en Irak lo habían tenido en vilo y su carácter había cambiado. La esposa y el resto de la familia, alegres con su regreso sano y salvo, lo notaron sumergido en oscuros pensamientos. Todos intuyeron un trauma posbélico. La realidad era otra: Lamashtu.

La voz del extraño pronunciando ese nombre volvía a su mente de manera cotidiana, obsesionándole, invadiendo incluso sus sueños (que no conseguía discernir al día siguiente), rodeándole de hechos inexplicables como la muerte de su mascota primero y luego el peculiar deceso de uno de sus tres hijos.

Aun así sus planes iniciales de vender la figura de aspecto horrendo se disiparon y se negó a deshacerse del amuleto, a pesar de los ruegos de su mujer que aborrecía de la horrible estatuilla. No lo sabía pero el influjo de Lamashtu lo había atrapado.

Lamashtu pasó a formar parte de la decoración en el interior de su casa, puesta en un sitial desde donde parecía vigilarles. Sin embargo, otra vez, la enfermedad volvió para atacar a uno de sus hijos y ésto le hizo desconfiar. Reid decidió averiguar más acerca del raro amuleto: Para ello visitó la biblioteca de la Universidad local.

Revisó varios libros hasta que encontró lo que buscaba: Una imagen del mismo amuleto que estaba en su poder.  El párrafo remitía a una fuente de origen acadio, la tablilla cuneiforme databa  de unos cuatro mil años atrás y decía lo siguiente:

“Mi nombre es Larsa y dejo este testimonio como una advertencia. Cuando todo lo demás hubo fallado, asustado y mal aconsejado, cometí el error de invocar la gracia de Lamashtu para salvar la vida de mis hijos enfermos, llevando una imagen suya a mí hogar.  Este espíritu maligno se apoderó de mi casa, atrayendo gran cantidad de calamidades sobre mi persona y los míos, afligiéndonos. Cuando lo advertí fue demasiado tarde: Su maldad no se detuvo, ni siquiera cuando acabó con todos ellos de manera sangrienta y cruel, dejándome solo. Ahora vivo en el desierto y el único consejo que puedo darles es éste: Si son sus víctimas huyan lo más lejos que puedan de este demonio pues tiene una especial predilección por los niños y las mujeres.”

Un Joshua horrorizado comprendió la sucesión de hechos: Lamashtu era quien había apretado el gatillo en aquella sucia oficina en Bagdad y lo había usado como vehículo para abandonar el museo; Lamashtu era con certeza quien había “volado por los aires” a todos sus compañeros de pelotón en Irak, detonando un polvorín y salvándolo sólo a él; también era responsable de la extraña muerte de su perro que, quizás, había intuido su maligna presencia; y era quien había inoculado esa rara enfermedad que corrompió el cuerpo de su hijo hasta matarle.

Ahora amenazaba al resto de su familia. Desesperado, Joshua Reid partió en dirección a su casa para intentar salvar lo que quedaba de los suyos. 

Nota: Este cuento fue concebido para participar del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores". Mi entusiasmo me llevó a excederme en la cantidad de palabras de la consigna: No lo envíe pero aquí lo tienen.

7 comentarios:

  1. Nota: Este cuento fue concebido para participar del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores". Mi entusiasmo me llevo a excederme en la cantidad de palabras de la consigna: No lo envié pero aqui lo tienen.

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  2. Muy bueno e interesante. Pero ya que se excede en palabras tienes que contarnos como acaba en una segunda entrega, no nos puedes dejar así!.
    Saludos

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    1. Preferí dejar un final abierto (venia dejando un tendal de muertes je je) Me alegra que te haya gustado, saludos.

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  3. Excelente relato Carlos, intenso,muy inquietante, con un final como me gustan a mi.
    Abrazo.

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    1. Gracias por pasarte Ricardo, me alegra que te guste. Abrazo.

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  4. Te excediste con las palabras, pero te quedó un muy buen relato.
    Me gustó mucho el misterio que generaste. Creo que el final que se ve inevitable para Joshua y su familia.
    Saludos!

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    1. Si, es algo inevitable el destino para Joshua. Aunque es un final abierto, no veo en Lamashtu a una entidad con ganas de negociar jeje Saludos!

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