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martes, 23 de diciembre de 2014

SETI, EL EGIPCIO /// Capitulo 13


13   PRISIONERO
Por Karlos Dearma.

Un ardor cálido y húmedo baja por mi brazo. Estoy herido, nada malo. La noche aun nos cubre con sus sombras. En unas horas será de día. Hemos dado un golpe de mano y pusimos en fuga a un grupo de egipcios.

Tomamos algunos prisioneros, varios de ellos heridos. Me acerco a interrogarlos, a la luz de las antorchas veo sus caras sucias, esquivas y ansiosas, pero nadie responde a mis preguntas. Vuelvo a preguntar quién es su jefe, recibo silencio. 

Mis hombres mueven entonces a un hombre inconsciente. Los otros prisioneros se dan vuelta a observar. Tengo algo. Le arrojo un poco de agua en la cara y levemente comienza a moverse. Aun somnoliento intenta observarme. Gira su cabeza para ver a sus compañeros y me dirige una mirada desafiante. Pregunto:

-¿Eres su comandante?
-Sí.
-¿Entonces eres SETI de Abydos? –Me mira. Contesta afirmativamente con la cabeza, intenta incorporarse, logra sentarse con el ceño fruncido tomándose la cabeza. Continuo:
-Mi nombre es DUMUZI de Mari, jefe de este grupo. Es un honor conocer al gran guerrero de Egipto.

Trata de concentrarse en lo que le digo y responde:

-Perdón, No puedo decir lo mismo de ti.
Vuelve a tomarse la cabeza ceñudo.
-Eres mi prisionero y espero que no intentes escapar. No quiero tener que matarte, ni a ti ni a ninguno de los tuyos.
-¿Eso significa que respetaras nuestras vidas?
- Sí, Me eres más útil con vida. Te llevare con SALMANASAR.

ZIMRI-LIN interrumpe mi conversación con SETI. Me trae informes sobre el combate. Menos bajas propias de las esperadas. Al parecer la vanguardia egipcia se ha retirado hacia las montañas. Ordeno detener la persecución, no puedo arriesgar un choque con el resto del ejército enemigo. Partiremos hacia Canaán ni bien amanezca. Hemos ganado tiempo para SALMANASAR y no voy a jugarme a más de mis hombres.

Las luces del día comienzan a asomar por el oriente. Veo con algo más de claridad los resultados de la batalla. Cadáveres abandonados por aquí y por allá, algunas hienas mastican los cuerpos. Carnicería inútil. Me pregunto cuanto de esto le importara a SALMANASAR  o a TUTMOSIS.  

Mis reflexiones se ven interrumpidas por el graznido desagradable de ZIGGUR que, de manera inexplicable para mí, se ha liberado de sus ataduras y llega con sus reclamos y un grupo de sus elamitas.

-Muy bien DUMUZI te has salido con la tuya maldito pero es la última vez.
-Ah ZIGGUR. Estas de vuelta. ¿Qué tal la siesta? Debo de decirte algo muy serio: Te has perdido la batalla.
-No eres gracioso, te enterrare con tu lengua pero separada del cuerpo. ¿Quiénes son estos? ¿Egipcios y nubios? ¿Por qué no están ya muertos?
-SALMANASAR los querría con vida, especialmente a su jefe.
-¿SETI de Abydos? ¿Está aquí? Él me hizo esta cicatriz en la cara.
-Bueno, debo decir que tan mal no te queda. Te da un toque guerrero de distinción: Hace juego con tus orejas de asno.
-Ja Ja Ja.

SETI, que escuchaba nuestra conversación en silencio, estalla en una carcajada imprudente, el bruto de ZIGGUR lo mira enfurecido.

-Voy a matarte perro egipcio y luego arreglare cuentas contigo DUMUZI.

Empuñando su espada avanza hacia el egipcio y la alza sobre su cabeza. Antes de que pueda golpearlo doy un paso adelante y le lanzo mi hacha de guerra. El hacha hace un dibujo en el aire, por un momento parece que vuela con alas propias,  y le da precisamente en el puño cerrado. 

El golpe le hace soltar su espada con un gran aullido de dolor. Sangra en abundancia. Mala suerte para él. Su guardia de elamitas me apunta con sus arcos. Mis acadios les rodean mostrándoles sus lanzas. Ordeno que depongan armas. Resignadamente lo hacen: saben que llevan las de perder. ZIGGUR recuperándose del dolor me lanza una tanda de insultos y se aleja prometiendo venganza.

 Volvera a traerme problemas, pero ese no es el principal.

Uno de mis centinelas llega corriendo y me informa que más egipcios vuelven hacia nosotros. ¿Tenemos encima a PEPI? No termina de hablar cuando cae derribado de un flechazo. Una nube de flechas nos cae del cielo. Más hombres caen. Vuelven a atacarnos, y decido ordenar la retirada. Los cuernos suenan y mi tropa obedece. 

ZIMRI-LIN, escondido tras su escudo, me pregunta por los prisioneros. Giro hacia ellos y no los veo. En la confusión han salido corriendo hacia donde llega el ataque. ¡Maldita distracción! Pierdo algo más valioso que el oro de Egipto, a SETI de Abydos.

La primera luz del amanecer me regala una visión: Sobre una duna lo veo. Se da la vuelta, me ve. Alza su mano saludándome y me grita:

-¡Gracias!

Se aleja corriendo tras sus hombres.

continuara ...




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