Lamashtu
Por Karlos Dearma.
El cabo
Joshua Reid nunca llego a disparar un tiro en la guerra contra Saddam: Había
llegado a Irak solo para el saqueo, y este había empezado sin él.
Joshua
lamento su suerte. El museo de Bagdad y sus tesoros de antiguas culturas
(algunos de los cuales se remontaban a la noche de los tiempos) estaban siendo
robados: Vio como los saqueadores escapaban con sacos llenos de reliquias.
El
espectáculo era patético, miles de objetos valiosos del pasado, tesoros de la
humanidad habían sido destrozados. Pero eso a él no le importaba, solo el
dinero que podía obtener. Comenzó a buscar algo, lo que fuera, la codicia le
guiaba. Pronto advirtió que los otros soldados se habían ido, olvidándolo allí,
y no le importó.
Camino por
los pasillos oscuros del museo. En una oficina vio una luz encendida, siguió en
esa dirección con su fusil listo. Pateo la puerta y grito, nadie respondió.
Entro en la habitación y el panorama era similar al del resto del museo,
desorden. Dio un rápido vistazo y no observo nada que fuera de su interés.
Desilusionado, dio la vuelta para abandonar el lugar cuando escucho un estornudo.
Volvió sobre
sus pasos y con voz autoritaria ordeno al desconocido salir de su escondite. Un
hombrecillo pequeño y acobardado, con aspecto de oficinista o quizás de
profesor, emergió lentamente. Abrazaba una maleta pequeña, aferrándose a ella como
si fuera una joya. Joshua se dio cuenta que su contenido era algo valioso e
inmediatamente le arrebato el maletín haciéndole a un lado como si fuera un
muñeco, mirándole con desprecio y amenazándole, estaba seguro que ese alfeñique
no era un peligro para un hombre de su talla.
Mientras
Joshua abría el maletín para ver el contenido, el hombrecillo se abalanzo sobre
él tratando de recuperarlo pero con consecuencias trágicas: El arma se disparó
accidentalmente, hiriéndolo de muerte. Joshua asustado y arrepentido, lo tomo
entre sus brazos ayudándole a recostarse en el piso. El hombre fue muriendo
lentamente y con ojos desorbitados pareció lanzarle una advertencia,
repitiendo, una y otra vez hasta que expiro, una palabra que no pudo
comprender: “Lamashtu”. Perseguido por la culpa, Reid abandono el lugar y
regreso a su base con el maletín, y la extraña figura femenina de aspecto
demoniaco que contenía.
Meses
después regresaría a su hogar en Vermont. Para entonces otros sucesos trágicos ocurridos
en Irak lo habían tenido en vilo y su carácter había cambiado. La esposa y el
resto de la familia, alegres con su regreso sano y salvo, lo notaron sumergido
en oscuros pensamientos. Todos intuyeron un trauma posbélico. La realidad era
otra: Lamashtu.
La voz del extraño
pronunciando ese nombre volvía a su mente de manera cotidiana, obsesionándole,
invadiendo incluso sus sueños (que no conseguía discernir al día siguiente),
rodeándole de hechos inexplicables como la muerte de su mascota primero y luego
el peculiar deceso de uno de sus tres hijos.
Aun así sus planes iniciales de vender la
figura de aspecto horrendo se disiparon y se negó a deshacerse del amuleto, a
pesar de los ruegos de su mujer que aborrecía de la horrible estatuilla. No lo
sabía pero el influjo de Lamashtu lo había atrapado.
Lamashtu pasó a formar parte de la decoración
en el interior de su casa, puesta en un sitial desde donde parecía vigilarles. Sin
embargo, otra vez, la enfermedad volvió para atacar a uno de sus hijos y esto
le hizo desconfiar. Reid decidió averiguar más acerca del raro amuleto: Para ello
visito la biblioteca de la Universidad local.
Reviso
varios libros hasta que encontró lo que buscaba: Una imagen del mismo amuleto
que estaba en su poder. El párrafo
remitía a una fuente de origen acadio, la tablilla cuneiforme databa de unos cuatro mil años atrás y decía lo
siguiente:
“Mi nombre es Larsa y dejo
este testimonio como una advertencia. Cuando todo lo demás hubo fallado, asustado
y mal aconsejado, cometí el error de invocar la gracia de Lamashtu para salvar
la vida de mis hijos enfermos, llevando una imagen suya a mí hogar. Este espíritu maligno se apodero de mi casa,
atrayendo gran cantidad de calamidades sobre mi persona y los míos,
afligiéndonos. Cuando lo advertí fue demasiado tarde: Su maldad no se detuvo,
ni siquiera cuando acabo con todos ellos de manera sangrienta y cruel,
dejándome solo. Ahora vivo en el desierto y el único consejo que puedo darles
es este: Si son sus víctimas huyan lo más lejos que puedan de este demonio pues
tiene una especial predilección por los niños y las mujeres.”
Un Joshua
horrorizado comprendió la sucesión de hechos: Lamashtu era quien había apretado
el gatillo en aquella sucia oficina en Bagdad y lo había usado como vehículo
para abandonar el museo; Lamashtu era con certeza quien había “volado por los
aires” a todos sus compañeros de pelotón en Irak, detonando un polvorín y
salvándolo solo a él; también era responsable de la extraña muerte de su perro
que, quizás, había intuido su maligna presencia; y era quien había inoculado
esa rara enfermedad que corrompió el cuerpo de su hijo hasta matarle.
Ahora
amenazaba al resto de su familia. Desesperado, Joshua Reid partió en dirección
a su casa para intentar salvar lo que quedaba de los suyos.
Nota: Este cuento fue concebido para participar del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores". Mi entusiasmo me llevo a excederme en la cantidad de palabras de la consigna: No lo envié pero aqui lo tienen.
Nota: Este cuento fue concebido para participar del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores". Mi entusiasmo me llevo a excederme en la cantidad de palabras de la consigna: No lo envié pero aqui lo tienen.
Nota: Este cuento fue concebido para participar del concurso "Relatos de Terror: La noche de los tiempos" del blog "Circulo de Escritores". Mi entusiasmo me llevo a excederme en la cantidad de palabras de la consigna: No lo envié pero aqui lo tienen.
ResponderEliminarMuy bueno e interesante. Pero ya que se excede en palabras tienes que contarnos como acaba en una segunda entrega, no nos puedes dejar así!.
ResponderEliminarSaludos
Preferí dejar un final abierto (venia dejando un tendal de muertes je je) Me alegra que te haya gustado, saludos.
EliminarExcelente relato Carlos, intenso,muy inquietante, con un final como me gustan a mi.
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias por pasarte Ricardo, me alegra que te guste. Abrazo.
EliminarTe excediste con las palabras, pero te quedó un muy buen relato.
ResponderEliminarMe gustó mucho el misterio que generaste. Creo que el final que se ve inevitable para Joshua y su familia.
Saludos!
Si, es algo inevitable el destino para Joshua. Aunque es un final abierto, no veo en Lamashtu a una entidad con ganas de negociar jeje Saludos!
EliminarMuy buen relato con un final abierto pero previsible. Me ha gustado
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